jueves, 31 de julio de 2014

VIII. Viaje a Suances.- SANTOÑA y LAREDO

Tal y como teníamos planificado, nos pusimos en marcha con dirección a Santoña, pueblo pesquero, turístico y capital de la anchoa. Una hora de camino por la A-8 y llegamos a su puerto, donde dejamos el coche en un parking subterráneo gratis, allí mismo. Lo primero que impresiona son sus viejas naves conserveras, su enorme puerto y un mirador llamado "Mirador de las Marismas", entre la dársena pesquera y el puerto deportivo, que simula la proa de un gran buque, donde nos hicimos las primeras fotos. Paseando por las inmediaciones encontramos algunas de las escenas santoñesas más populares, con el trasiego de la pesquería y la vida marinera que da a Santoña su aire más singular.
Mirador de las Marismas

Desde 1705 Santoña es una villa independiente, con una situación natural y estratégica envidiables. En el siglo XVIII se convirtió en una plaza fuerte, sobre todo durante la Guerra de la Independencia, cuando fue llamada "el Gibraltar del norte", por ser la última plaza del Cantábrico abandonada por las tropas inglesas. En 1842, Santoña se convirtió en Plaza Fuerte de Primera Categoría. De este modo, se levantaron imponentes fortificaciones de las que aún son magníficos testigos los fuertes de San Martín y San Carlos. El actual trazado urbano data de esta época, y se caracteriza por un tramado regular típicamente castrense. Varios regimientos y batallones de los cuerpos de Infantería, Artillería e Ingenieros pasaron a residir de manera permanente en sus cuarteles, convirtiendo a Santoña en un centro estratégico y de servicios de gran auge hasta 1931.

Se crea la industria de conserva y salazón (la industria de la anchoa nace aquí), pasando Santoña a ser el más importante puerto de bajura de Cantabria y ver aumentado decisivamente el peso del sector turístico y de ocio.

Al final del puerto nos encontramos la Plaza de Toros, construída en 1907. Nos contó el secretario de la peña taurina de Santoña que se hicieron los graderíos con piedra de roca del monte Buciero, con 7.007 asientos, los mismos que ciudadanos habitaban la villa en ese año.
Plaza de Toros

Al pasar la Plaza de Toros nos encontramos con el Paseo Marítimo, que recorrimos hasta alcanzar el monumento al santoñés más ilustre de la historia, el cartógrafo Juan de la Cosa, nacido aquí en 1460 y propietario de la nao Santa María y autor del primer mapamundi.

Pasamos por el monumento a Carrero Blanco (que era natural de Santoña) y nos dirigimos a la Iglesia de Santa María del Puerto del siglo IX, aunque cuenta con importantes añadidos hasta el siglo XII, y otros posteriores hasta el XVI. La pila bautismal, los capiteles o la puerta de la fachada meridional son de estilo románico. Al gótico hay que atribuirle la imagen de la Virgen del Puerto y el crucero. El retablo del altar mayor es plateresco y cuenta también con alguna pintura flamenca importante. 
  
Iglesia de Santa María del Puerto
Iglesia de Santa María del Puerto




















Tras pasear por el centro, hacer algunas compras en la bonita Plaza de San Antonio, volvimos al Paseo Marítimo por la calle Cervantes para tomar un barquito que nos llevaría a Laredo dando un paseo por el mar.
Eran casi las dos del mediodía y tomamos el barco para Laredo. El paseo dura una hora aproximadamente (ida y vuelta), aunque nosotros hicimos ambos trayectos separados casi cuatro horas, para poder comer y visitar Laredo. La excursión está llena de comentarios sobre la historia de estas villas, con aportamos al conocimiento de física en la mar, de astronomía y de náutica y todo ello amenizado con curiosas leyendas del lugar.




Nos bajamos en Laredo, creo que fuimos los únicos, y preguntamos por algún restaurante, el patrón del barco nos recomendó comer en la parte antigua de Laredo, subiendo la llamada Cuesta del Infierno, y así lo hicimos. Comimos en el restaurante Cantabria sendos menús muy ricos. Un cocido montañés de primero, que no se lo saltaba un galgo, y de segundo, pescado a la plancha del día (tres piezas), no sé qué tipo de pescado era pero estaba buenísimo y de postre dulce casero. Para beber, una botella de tinto corriente de Cariñena y una botella de gaseosa. Poco a poco se llenó el restaurante. Buen sitio para hartarse de comer. Todo por 24 euros (12 cada menú). 

Tras comer y ver de pasada lo más interesante de Laredo, el conjunto histórico de la Puebla Vieja y el Arrabal, con la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, nos encaminamos al puerto porque a las 17:15 nos recogía de nuevo el barquito para Santoña. Dejé en el bonito puerto deportivo de Laredo a Isabel contemplando su enorme playa a la izquierda y a su derecha el atraque de los pocos barcos que había en el puerto. Yo me fui a ver el Mirador de Abra mientras llegaba la hora.

Para llegar al mirador hay que atravesar un túnel de 221m (conté 357 de mis pasos), que atraviesa el monte de la Atalaya y al final del mismo nos encontramos con el “Mirador del Abra”. Desde allí podemos apreciar una bella vista del litoral de Laredo y llegar andando a una zona de acantilado, estando todo el conjunto integrado dentro del entorno natural.

Y llegó el barco a la hora prevista. Tomamos rumbo cero (norte) hasta aproximarnos al Faro del Caballo
Faro del Caballo

Escaleras del Faro del Caballo
 
Llegamos a navegar muy cerca de los acantilados, a poco metros de estas impresionantes moles rocosas, contemplando el faro del Caballo, imposible de acceder cuando el mar no está en calma y teniendo que llegar a él por tierra a través de unas escaleras bastante empinadas de casi 800 peldaños de piedra, que hicieron, dicen, los prisioneros del Dueso. Me acordaba de mi amiga Eva Gómez, que con su magnífica forma física, hubiese bajado y subido todos los escalones sin descansar. Con las sabias y amenas explicaciones del guía contemplamos las cuevas excavadas en los acantilados a través de los tiempos por la fuerza del mar. Con los motores parados y el mar en calma pudimos observar un espectacular color verdoso del agua muy limpia a un lado del barco (reflejo de la montaña) y un maravilloso color azul del agua al otro lado (reflejo del azul del cielo).
Poco a poco nos fuimos acercando a Santoña pasando por la zona de sus edificaciones defensivas costeras que son sus tres fuertes: el Fuerte de San Martín, al final del Pasaje o paseo marítimo; el Fuerte de San Carlos, más próximo a la bocana de la bahía; y el Fuerte del Mazo o “de Napoleón”, ubicado en el Buciero y que ofrece unas vistas magníficas de todo el territorio.
Fuerte de San Martín
Terminada la travesía, pasamos de nuevo a pie por el centro de Santoña visitando las numerosas tiendas de venta de anchoas y conservas. No compramos nada porque no nos gustan mucho. Sólo por curiosear. 
Recogimos el coche y vuelta a Suances. Descanso, aseo y enseguida a cenar.

Volvimos a La Dársena del Pescador porque Isabel quería probar unas brochetas de pescado y marisco presentadas en un pincho de unos 40 cm. colgado de un soporte metálico y bajo él un plato con patatas y dos vasitos con salsa roja y verde. Pedimos sendas brochetas y las consabidas rabas. Todo corrientito, "más la vista que otra cosa". El día había sido ajetreado por lo que nos fuimos a dormir pronto, ya que al día siguiente nos esperaba un largo viaje.
A. Redondo

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